sábado, 28 de junio de 2008

Iba caminando...

Iba caminando; yo, con mi metro noventa y mis casi ciento cinco kilogramos; con una mano y un pié medio rengos, por la vereda de la Jujuy (entre Deán Funes y 9 de Julio). Y me llevé puesta una señora que vino caminando, no me vió? (ni pidió disculpas); después, un señor (éste se quejó por que me atropelló…). ¿Qué? se supone que mi rengueo tiene que esperar treinta segundos más para que pase la muchedumbre y recién pasar? Ahh… David, vamos! que treinta segundos los tiene todo el mundo. No… y vos sabés que a mi me gusta ser puntual, y para serlo hace falta salir de tu casa por lo menos diez minutos antes de lo previsto o apurar tu paso. Iba caminando, como lo hace cualquier ciudadano todos los días de su vida; por veredas rotas, llenas de gente apurada y cochecitos de bebés. Y coches en la calle de la vereda. Cualquier ciudadano, ¿o un ciudadano con una discapacidad como la mía? Dicen que la discapacidad está en la mente. ¿En mí mente? ¿En la mente de las personas comunes? ¿O en las veredas de Córdoba?